The Sound of Music


Durante muchos años fui die-hard fan de Wes Anderson. Después de sus últimas películas, not so much. 

Fue por ahí del 2010 cuando vi por primera vez The Royal Tennenbaums. Eran tiempos diferentes. Tumblr seguía siendo relevante; los cuellos Peter Pan eran lo último en la moda; One Direction estrenaba Up All Night; y era cool ver películas de las que nadie había escuchado o pretendíamos que era así. Verdaderamente creíamos que estábamos descubriendo la cultura, pero bué.  

La primera vez que vi The Royal Tennenbaums no recuerdo que me haya causado una gran impresión. Creo que no le puse mucha atención. Fue cuando de pura casualidad estaban pasando Bottle Rocket en la televisión, por primera y última vez seguramente, que inicio una larga fijación que tuve con Wes Anderson. Solo vi el final y mientras Dignan, Anthony y Applejack intentaban escapar del edificio que pensaban robar, pensé: "Esta película me recuerda a otra". Un sentido de deja-vu, aunque sabía que nunca había visto esta cinta antes.

Una rápida búsqueda en IMDB y di con el factor común: Wes Anderson. Me encantó poder ver una película, sin saber nada de ella, e identificar quién la había hecho porque no lucía como otras. Me encantaron los personajes, que estaban deprimidos y bastante defectuosos, pero a la vez todo su mundo exterior era muy bonito, cuidado y muy kitsch. Siento que tenían una cualidad muy vivida. No, no me faltó un acento. Sus sets, aunque meticulosos en su arreglo, tenían una cualidad vintage pero como si verdaderamete hubieran sido parte de la vida de alguien. Como cuando entras a la casa de tu abuelita. Es una sensación que me da muchísima paz.

Pero sobre todo me encantó la música.

Amo los musicales. Amo la música en general. Nunca había visto una película en la que la música tuviera predominara de la misma manera que en una película de Wes Anderson. Me atrapó demasiado que, sin ser un musical, Wes Anderson logra que la música sea parte de la escena, pero sin que esta sea parte del fondo. Al contrario, está ahí y es muy latente. Realmente es parte de. Cambiar la música, sería lo mismo que cambiar a los actores que protagonizan la escena. Por otro lado, su selección musical es chef's kiss. Gracias a él descubrí The Kinks, Elliot Smith, Cat Stevens y le agarré el gusto a David Bowie, en portugues, y los Rolling Stones. 

Al igual que con sus sets, su música también tiene una calidad vivida. Se siente como una playlist cero pretenciosa, aunque probablemente haya pasado por una meticulosa curaduría, nunca me dio esta impresión. Más bien me han parecido canciones aleatorias que resultan perfectas. Que también me parece una descripción bastante fiel a lo que todos queríamos proyectar cuando éramos hipsters: ser cool de casualidad, sin intentarlo.

De hecho, tenía una playlist en im iPod dedicado a soundtracks de Wes Anderson. Esa playlist fue trasladada a mi Spotify y estoy segura que por lo menos una de esas canciones va a salir en mi Wrapped de este año. 

Para mi no existe un momento cinematográfico más perfecto que Margot Tennenbaum descendiendo del Green Line Bus para ser recibida por su hermano Richie. Ese segundo de silencio cuando ve a su hermano, las primeras notas de la canción, la cámara lenta, la mirada de Richie, la voz de Nico. Si hay una escena que alteró mi química cerebral es esa. Tyler Durden dice que un minuto es lo máximo que puedes esperar de la perfección, esta escena dura un minuto con cuarenta segundos. 

De vez en cuando pongo Where Do You Go To (My Lovely) y me imagino siendo Natalie Portman, rompiéndole el corazón a Jason Schwartzman en un cuarto del Hotel Chevalier. B-e-a-u-tiful. 

¿Cómo hablar de sus soundtracks y no mencionar The Life Aquatic with Steve Zissou? Que ganas de ser un biólogo marino en decadencia, en busca del tiburón que asesinó a tu mejor amigo, mientras las canciones de David Bowie en portugués se escuchan suavemente en el fondo. Verdaderamente un sueño.

Max Fischer bailando con Miss Cross en cámara lenta mientras suena Ooh La La de Faces de fondo y el telón cerrándose cuando la letra comienza a decir "I wish that I knew what I know now, when I was younger". No sé, me parece un final perfecto. 

Puedo mencionar más, pero ese no es el punto. 

El punto es que hay un antes y un después en las películas de Wes Anderson. El cual empieza más o menos con Moonrise Kingdom y termina con los cortos que filmó para Netflix. 

Debo admitir que esta cinta del 2012 siempre se había mantenido entre mis menos favoritas del director, que es cuando dejó de usar tantas canciones retro en sus soundtracks y empezó a usar más lo que usan los demás. The Grand Budapest Hotel, estrenada dos años más tarde, es maravillosa y su banda sonora es mayoritariamente de la autoría de Alexandre Desplat. Pero ya no es lo mismo. No podía saberse que Fantastic Mr. Fox iba a ser la última con ese tipo de musicalización. Eramos felices y sí lo sabíamos, pero no lo apreciábamos.

Mi issue con Wes Anderson 2023 es uno que ya tuve con Tim Burton muchos años antes.

Odio ser esta persona, pero cambiaron mucho cuando se volvieron mainstream. Antes de Anderson, estaba obsesionada con Burton. Por razones similares, aunque no las mismas. De Tim Burton también me gustaba que podías ver una película de él e identificarla inmediatamente. Edward Scissorhands se me hacía una cosa divina, creo que todavía. Así como Ed Wood, la cual todavía debo tener en DVD arrumbada en algún lado. 

Lo que me gustaba de él, era que sus películas tenían una calidad que parecía home made y muy clásicas. Debo admitir que no he visto mucho cine viejito, pero los efectos de Burton siempre me hicieron pensar en esas películas de terror que los papás siempre dicen haber visto en el cine, cuando eran niños y las entradas costaban $5. Quiero aclarar que mi papá no es tan grande, pero siempre que menciona haber visto una película de niño, me las imagino así: en blanco y negro y con efectos DIY.

La carrera de Tim Burton es más variada, ya que hizo cintas como Planet of the Apes y Big Fish, que realmente no tienen una estética consistente. Pero, cuando a mí me dejó de gustar fue cuando hizo Alice in Wonderland. La película animada de Disney y el libro de Lewis Carroll siempre fueron de mis favoritos, sumándole que Tim Burton era mi director preferido, parecía una combinación ganadora. Y no lo fue. Aún me da ñañaras esa película. 

Puede ser que mi visión sea muy sesgada, pero creo que le dieron demasiado presupuesto, empezó a poder pagar por tener los efectos visuales que siempre quiso y yo me despedí de mi amor por Tim Burton. Sentí que a partir de ahí se convirtió en una caricatura de sí mismo, demasiado exagerada y poco genuina. Muy Burtonesque, si me lo preguntan.

Años más tarde, me pasó lo mismo con Wes Anderson. 

Después de Isle of Dogs, que me pareció bastante buena pero fue eclipsada por las acusaciones de racismo, las cintas de Anderson cambiaron mucho. Como Burton, siento que se convirtió en una caricatura de sí mismo. Ahora su estética me parece exageradamente perfecta, aunque siempre fue intencional, ahora se nota. Se sabe que eso a nadie le gusta. Ahora parece más un board de Pinterest que pude haber tenido en el 2012. 

Antes sus elencos se sentían como que habían sido elegidos por ser perfectos para el papel, al ser cine más independiente uno no esperaba que George Clooney fuera Fantastic Mr Fox por el dinero. Pero ahora tiene tantas estrellas que solo aparecen 2 minutos en pantalla. Eso no me molesta tanto como que los actores parecen haber recibido la indicación de actuar como si estuvieran en una película de Wes Anderson. ¿Saben? Claramente no todos tienen la naturalidad de Jason Schwartzman o Anjelica Huston. 

Cuando vi The French Dispatch quise que me gustara. Todavía incluí Simone, Naked, Cell Block-J Hobby Room de Alexandre Desplat en una playlist. Pero sinceramente la estaba forzando. Recuerdo poco de esa película ademas de Timotheé Chalamet con bigote y Owen Wilson en su bicicleta. La verdad es que hasta me dormí. Me pasó lo mismo con Asteroid City, desafortunadamente. No entendía porque esas dos no me habían gustado. El diálogo se me hacía pesado y el formato de una historia dentro de una historia, innecesariamente complicado y que en realidad no aportaba a la trama. 

Fue cuando vi los cortos de Netflix que me cayó el veinte: Ya no había música. 

Al igual a lo que me pasó con Burton y Alicia; el par de Anderson y Roald Dahl debía haber sido infalible para mí, ya que me encanta Dahl. Además Anderson ya había hecho Fantastic Mr. Fox, que es de mis favoritas. Me gustó Henry Sugar, pero cuando estaba viendo mi segundo cortometraje de la noche, The Swan, me estaba quedando dormida y ahí me di cuenta. El silencio era ensordecedor. Terminé de ver esta y no quise ver más. No le vi el punto. 

Hay una tristeza especial para ese momento en el que tus favs, dejan de ser tus favs. Porque en realidad no puedes hacer nada, ellos crecieron y tú también, es inevitable. Te quedas añorando el pasado y hasta idealizándolo un poquito. Cuando menos te lo esperas, ya eres una de esas personas que dicen en voz alta que sus tiempos eran mejores. Y como dijo el filósofo Mark Hoppus en 1997: "Well, I guess this is growing up".

Pero no me pregunten a mí, yo sólo soy una chica. 
 

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