Review: Homesick for Another World
Terminé de leer la obra de la autora estadounidense y aprendí una nueva perspectiva sobre mi género literario favorito. Y el asco.
He escrito extensamente sobre el tipo de libros que me gusta. He escrito todavía más sobre Fight Club. Pero no he escrito lo suficiente, acabo de checar, sobre mi género literario favorito: la ficción transgresiva. Mi gusto por autores como Chuck Palahniuk, Irvine Welsh y Bret Easton Ellis sin duda empezó porque los filmes basados en sus obras son considerados "de culto". En la edad en la que nuestra mente es más impresionable, no puedes llamarle a algo de esa manera y no esperar que se haga de un cult following.
Creo que ahí empezó todo. Con protagonistas que no se adaptan del todo a la sociedad y buscan escapar sus normas con violencia, drogas o ambas. Sobre todo en la adolescencia ese tipo de personas resultan muy intrigantes, ni cómo negarlo. El tipo de personajes sobre los cuales estos autores suelen escribir, generalmente viven un tipo de downward spiral y se encuentran con situaciones desagradables. Mark Renton encontrando el peor baño de Escocia, por ejemplo. Aún así, nunca había pensado mucho en el papel que juega el asco en el rechazo social.
Cuando en mi club de lectura comenzaron a leer Homesick for Another World, antes de que yo lo iniciara, como primera impresión comentaron que estaba como "asquerosito". Para evitar los spoilers, no abundaron más. Quedé intrigada pero con una ligera sospecha de que sabía a qué se referían. Y sí.
Homesick for Another World es una colección de historias cortas. La primera me recordó mucho a My Year of Rest and Relaxation, pero cuando llegué a la segunda historia supe exactamente a lo que se referían con asquerosito. Cuando lo leí hace dos años, no caí en cuenta de que ese libro caía en la misma categoría que mis autores favoritos, porque Moshfegh trata el género de manera muy diferente. Sus personajes son parias sociales de una manera mucho más sutil que los de Palahniuk o Welsh.
Es un libro incómodo porque los personajes son desagradables, tanto en su personalidad como en su persona. No tienen cualidades redimibles ni arco de redención. Las descripciones físicas que nos da de ellos nos indica que son raros. No son como Sick Boy, que es descrito como guapo, güero y con un cuerpo tonificado a pesar de ser un estafador adicto a las drogas con poco respeto hacia las mujeres. Los personajes de Moshfegh son sucios, no hegemónicos, con morales cuestionables y totalmente disociados de la realidad.
Leerla de alguna manera se sintió extrañamente familiar, porque sabía que estaba en un territorio peculiar, en el que los límites de lo que un personaje está dispuesto a hacer o no se vuelven difusos. Uno en el que Patrick Bateman podría apuñalar a un niño en el zoológico, por ejemplo. La gran diferencia entre Ottesa y los autores previamente mencionados es que sus personajes no se inclinan por la violencia.
Aparentemente son miembros productivos de la sociedad, pero es cuando los conocemos que en realidad nos damos cuenta que no tanto. Que pueden estar acosando a su ex esposo; abandonar por capricho unos días a su esposa embarazada; o planear el asesinato de alguien que no conocen. En las obras de ficción es necesario llevar las cosas a cierto extremo para que valga la pena contarlas, pero Ottesa nos demuestra que ese extremo se puede encontrar en las cosas más mundanas como el asco. Aquello que nos asquea puede ser tan sencillo como la higiene personal, perversiones sexuales o incluso decisiones morales.
Hay algo que nunca me ha gustado de Chuck Palahniuk. Yo lo quiero mucho y lo voy a seguir leyendo hasta que acabe su obra, eso es un hecho. Sin embargo, rara vez me gusta. Spoiler alert para cualquier libro de su autoría: en algún momento, pierde el control. Lo que pasa es que, post-Figh Club, suele llevar las cosas demasiado lejos y llega al terreno de la inverosimilitud, el cual creo que es el peor lugar en el que puede estar cualquier autor. Porque le dejas de creer.
Bret Easton Ellis sufre de algo muy parecido, pero en su caso no es tanto la inverosimilitud. Él siempre tiene un capítulo que se siente como un fever dream, en los que se llevan a cabo actos extremos de violencia y excesos, pero es solo uno. Al capítulo siguiente los personajes vuelven a su vida como si eso no hubiera sucedido y no sabemos si en realidad pasó o fue un figmento de la imaginación del narrador.
Si escribieran para televisión, a lo que hace se le llamaría "jumping the shark". Este termino se refiere a cuando se llega al punto en el que algo ya perdió su sentido original. Como el episodio de Grey's Anatomy en el que Callie sufre un accidente y está alucinando o soñando o teniendo una proyección astral y todos los personajes empiezan a cantar. Te deja esa sensación de haber empezado en un punto y llevarlo a otro totalmente diferente.
Ottesa Moshfegh logra llevarlo al extremo sin tener que hacer cantar a Kevin McKidd o matarlo de toxoplasmosis. También lo hace sin meter a sus personajes en situaciones extremas y sin recurrir a la violencia explícita. Esto me parece mucho más interesante, porque traslada la ficción transgresiva a un lugar que se siente más cercano al lector y eso lo hace más unsettling.
En futuras ocasiones le voy a echar ganitas para dejar de citar Fight Club, pero no pude evitar pensar en una de mis frases favoritas: "Under and behind and inside everything the man took for granted, something horrible has been growing". Hay situaciones en las que sabemos que no vamos a estar. Tal vez nunca hemos conocido a alguien que tenga una doble personalidad o una adicción a las sustancias ilícitas; pero todos hemos conocido a alguien raro, alguien que nos da un mal vibe y no sabemos por qué, alguien con delirios de grandeza totalmente injustificados. Están entre nosotros.
El asco es una emoción universal y, aunque en sus orígenes nos protege de ingerir cosas potencialmente nocivas para la salud, también tiene implicaciones morales. Es una emoción adaptativa, porque mucho de lo que nos la ocasiona fue aprendido. Entonces dice mucho de nosotros mismos qué cosas nos provocan asco física y moralmente.
En mi caso, la que más me generó incomodidad y repele involucra la vestimenta de uno de los personajes. La narradora está describiendo a su novio, a quien claramente odia, y menciona que está orgulloso de una prenda en particular: un blazer vintage amarillo. El blazer es de mujer, se ve que le queda chiquito y además el novio insiste en que fue una prenda carísima y de marca. Ella sabe que es mentira y a pesar de que no le queda bien, decide no decirle nada, dejarlo usarla y vivir su mentira.
Me sentí profundamente incómoda. Sé todo lo que tengo que saber sobre ambos personajes. Qué horrible el novio que busca alterar la percepción de su realidad y la de quienes lo rodean, creyendo que tan solo con darle un valor elevado a la prenda cambia el hecho de que se vea ridículo. Y qué cruel de su novia dejarlo creer que es verdad. No sé quién se odia más a si mismo, si él o ella.
Tengo que admitir que no fui tan fan de este libro. La cosa es que es un libro muy bien hecho y Ottesa Moshfegh es una gran autora. Me mantuvo totalmente interesada hasta el último momento, a pesar de ser una obra incómoda. No obstante, tiene una falla grande para mi gusto. Es que, cuando hablamos de historias cortas, hay algunas que siento el cierre demasiado abrupto. Es la sensación de estar leading up to something que al final no se materializa.
Aún así la voy a volver a leer. No sé si recomendaría este libro o más bien no se lo recomendaría a cualquiera. Creo que sería muy acertado llamarlo, y a este género literario en general, un gusto adquirido. Como el queso azul, aprendes a disfrutarlo una vez que superas el gag reflex.
Pero no me pregunten a mí, yo sólo soy una chica.
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