Review: Stardust




No sé si debería darme vergüenza admitir que crecer siempre me costó trabajo, de cierta forma, y siempre me gustó la fantasía. No obstante, hay literatura infantil que leí bastante tarde en mi vida, como The Neverending Story, The Wizard of Oz y The Secret Garden. Hasta la fecha considero a Roald Dahl uno de mis autores favoritos, como en el top 10 definitivamente, pero cuando leí casi toda su obra yo ya no pertenecía a la demografía de Matilda y Charlie and the Chocolate Factory. De todos modos me encantaron. Pete Pan fue uno de mis libros favoritos, así como en el top 3, hasta la preparatoria. 

Otro autor que descubrí siendo más grande fue a Neil Gaiman. El primero que leí fue Coraline (duh) y amé, aunque en parte porque cuando salió la película yo aún era fan de Tim Burton y creo que eso contribuyó mucho. Posteriormente, leí y disfruté muchísimo sus libros de historias cortas como Fragile Things, M is For Magic y Unnatural Creatures, la cual considero una de las ediciones más bonita entre todos mis libros. Algunas historias me gustaron más que otras, pero mi opinión de Neil Gaiman siempre fue muy favorable. 

Empecé a notar un cambió en mi percepción de la fantasía literaria en 2021, cuando gracias a mi club de lectura volví a leer otro de mis libros favoritos: El Hobbit. La primera vez que lo leí, por ahí del 2012, me había parecido lo más tierno y adorable. Me encantaba esa idea de salir de la zona de confort, vivir una aventura y volver a casa. Amo a los hobbits, creo que son una raza superior y no sé si algún día vaya a ser capaz de describir lo muchísimo que quiero a Samwise Gamgee. 

Pero bueno.

El punto es que cuando lo volví a leer, mi percepción cambio mucho. En esta ocasión me pareció muy simplón. La resolución demasiado sencilla, los personajes poco complejos y, simplemente, menos encantador. No obstante, me aferré al recuerdo que yo tenía de ese libro. Pero es que una vez que lo ves, ya no lo puedes desver. Después me pasó con Harry Potter, aunque en menor medida, un año más tarde. Si tuviera que describir exactamente qué cambió en mi percepción de ambas historias, es que los pequeños agujeros en la trama son muchísimo más evidentes. Ya no los puedo dejar ir. 

Este año leí por primera vez Stardust de Neil Gaiman, nuevamente gracias al club de lectura. Es un libro que yo tenía ganas de leer desde hace mucho tiempo, pero que siempre había omitido porque las portadas nunca eran muy bonitas. Vi la película cuando salió en el cine y, aunque tengo un recuerdo muy vago de ella, me acordaba de que me había gustado bastante y como quiero mucho a Neil Gaiman, estaba emocionada. 

La verdad es que, aunque me cuesta escribirlo, me decepcionó. El argumento me pareció muy débil, los personajes poco desarrollados y el conflicto demasiado intrascendente. Sí lo disfruté, pero me dejó esa sensación de "Ah ok, ¿y luego?". Hay cosas que me gustaron bastante, básicamente todos los side characters me parecieron más interesantes que Tristan, pero hay agujeros en la historia que ya no puedo dejar de ver. ¿Cómo por qué Tristan estaba enamorado de Victoria? ¿Cómo por qué todos le ayudan? ¿Por qué le ocultaron su parentesco? ¿Por qué era necesaria toda la experiencia del barco pirata en las nubes?

En cualquier historia, es necesario creer en el argumento. En la ficción, como en mi vida romántica, hay cosas que aceptamos por la trama. Sin esa aceptación, la historia se cae a pedazos y nos pasamos todo el tiempo cuestionándonos por qué hicieron x o y. En la fantasía, pero sobre todo en la infantil, es necesario aceptar argumentos más inverosímiles: que un niño llega volando por la ventana, duraznos gigantes, elevadores de cristal o que el mago más poderoso de toda la existencia no pudo matar a un bebé. 

No nos preguntamos por qué o cómo, simplemente lo aceptamos e incluso creo que a veces la mente llenaba ciertos vacíos. Pero Stardust me hizo darme cuenta que esa es una habilidad que ya no poseó. Genuinamente me pregunto si este cambio habrá comenzado a ocurrir a los 25, cuando el lóbulo frontal de mi cerebro completó su desarrollo. Definitivamente no diría que es un libro malo, la dura realidad es que ya no soy target. Creo que lo postergué lo más que pude, pero ya es indiscutible e inevitable.

No voy a dejar de leer a Neil Gaiman ni a Roald Dahl, porque me voy a aferrar a esos autores que escriben para adultos también. Pero no creo sumar más literatura infantil a mi lista de pendientes en el futuro cercano, después de Arabian Nights, porque ese ya lo tengo.

En otro clasicazo universal, mi serie de libros menos favorita The Chronicles of Narnia, C.S. Lewis escribe a Lucy una dedicatoria icónica que todos conocemos de Tumblr o de algún post de Pinterest: 

“I wrote this story for you, but when I began it I had not realized that girls grow quicker than books. As a result you are already too old for fairy tales, and by the time it is printed and bound you will be older still. But some day you will be old enough to start reading fairy tales again.

Genuinamente, y con mi lóbulo frontal aún subdesarrollado, siempre me dije a mí misma que esa no sería yo. Que yo no iba a llegar a ese punto en mi vida. Pero me parecía una afirmación tan definitiva, como cruzar una línea, que siempre me pregunté cuál sería esa edad en la que eres demasiado grande para leer cuentos de hadas. Y cuando leí Stardust, Neil Gaiman me contestó: "31". 

Pero no me pregunten a mí, yo sólo soy una chica. 

Comentarios

Entradas populares