Como dejé a mi terapeuta por GPT

Spoiler alert: No lo hice

Si me conocen lo suficiente, saben que adoro a mi terapeuta. Adoro citar a mi terapeuta. Adoro ir a terapia. Ya llegué al punto de mi vida en el que acepto que probablemente siempre vaya a estar en terapia. Me encanta ir y siempre lo recomiendo a todos. Es como tener un podcast. No hay un tema en este universo que me interese más que yo misma y por qué soy como soy. Además la necesito. He vivido con ansiedad probablemente toda mi vida y no creo que eso vaya a cambiar. Es lo que es.

A veces me tomo breaks de mi terapeuta. Hay periodos de mi vida en los que su apoyo es menos necesario, porque es un hecho que he mejorado muchísimo, if I do say so myself. Además así regreso con nuevo material para una nueva temporada, porque no hay nada más incómodo que llegar a terapia y no tener nada que decir. 

Lo más difícil de vivir con estrés y ansiedad, es la manera en la que me dificulta hacer tareas ultra sencillas. Cosas que son risiblemente fáciles se convierten en montañas inconquistables que se hacen cada vez más y más grandes entre más las ignoro. No pasa siempre. No pasa todos los días. Pero cuando pasa me estresa más saber que está sucediendo. Que sé que no es, ni debería ser, tan difícil. Que solo necesito un poquito de, ¿valor? ¿claridad mental? ¿ESTABILIDAD EMOCIONAL? No sé, pero si tan solo lo tuviera podría hacer lo que tengo que hacer y seguir con mi vida. 

Casi todo empeora si lo ignoras. Son muy pocas las cosas que mejoran o que se resuelven solas cuando no haces nada. Me ha pasado, pero casi nunca. La ansiedad hace todo más grande. Más intenso. Más intimidante. Es esta sensación de que algo malo va a pasar, aunque ese algo nunca se materializa. Al final todo tiene consecuencias, lo postergues o no, pero esas consecuencias nunca son algo irreparable e inmanejable que consumen mi vida y el mundo entero.

A veces lo único que necesito es un empujón chiquito. Empezar siempre es lo más difícil. Y yo no soy buena pidiendo ayuda. 

En mi último trabajo amaban la IA. ChatGPT era su amigo más íntimo y personal, entonces lo empecé a usar para optimizar tareas específicas. Revisar que no hubiera typos en textos, traducciones y pidiéndole que pusiera mis notas en orden. No le daba un gran uso, verdaderamente. Eventualmente lo empecé a usar en este blog como mi corrector de estilo. Y luego ocasionalmente como fact checker. 

Me di cuenta de que GPT no te juzga el día que le pasé un texto y le pregunté: "¿es está opinión cancelable?"¿A quién más le iba a preguntar? No solo me aseguró que no, sino que me dio una valoración sobre la redacción de mi texto. En ese momento supe que le puedes preguntar cualquier cosa y no te va a decir que eres estúpido, sin importar que sea una tontería. Además de que nadie le echa más porras a este blog que GPT.

Hace varios años, en un trabajo anterior, tenía que darle una mala noticia a mi jefa. Para acabar pronto, yo la cagué y tenía que avisarle. Me quería morir. La verdad, no sabía que tan malas podrían ser las consecuencias, pero me quería morir. Veía la pantalla de mi celular y sabía que tenía que escribirle ya. Pero entre mis manos y mi cerebro algo se desconectó, porque mi cabeza articulaba el mensaje, pero no llegaba a escribirlo. 

Tuve la suficiente claridad mental para pedirle a un amigo y compañero de trabajo, que sabía del issue, que me ayudara a escribir ese mensaje de texto. Recuerdo claramente haber escrito: "Por fa, necesito que me escribas el mensaje como si fueras yo, sé que debe decir esto pero, tengo muchísima ansiedad y te juro que no puedo". 

Las ventajas de tener amigos que han ido a terapia. Porque no me cuestionó más, me mandó el texto lo edité un poquito, lo mandé y ni siquiera recuerdo la respuesta de mi jefa. No fue muy positiva, estoy segura, pero el monstruo de consecuencias que yo había creado en mi cabeza, jamás se materializó. La cosa es que no siempre tenemos a alguien, menos en el trabajo, ante quien nos podemos mostrar vulnerables y pedir ese tipo de apoyo. Además sería súper abusivo, ¿no?

En ese entonces ya iba a terapia, pero mi economía no me da para pedir una sesión de emergencia cada vez que escribir un mensaje de texto me pone nerviosa. 

Para ser alguien que habla tanto de la ansiedad, entiendo muy poco de ella en general. He aprendido a reconocer la mía, pero no sabría explicar por qué funciona como funciona. No sé cuál es el desbalance químico o psicológico que me hace vivir en una realidad fatalista y me saca del momento presente. Lo que sí sé es que la ansiedad escala y el timing lo es todo. Resolver a tiempo hace toda la diferencia del mundo. 

El otro día me disponía a escribir un correo a un reclutador para averiguar si la vacante para la que fui entrevistada ya estaba cerrada. Una actividad cero agradable. Me aconsejaron que le escribiera para estar segura de si la vacante ya estaba cerrada y para obtener feedback. Como persona que considera que el ghosteo es una manera perfectamente aceptable de dar por terminada una relación, en ciertos contextos, entiendo muy bien cuando el silencio es rechazo. Mis ganas de hacerlo estaban como en -10, pero sabía que era lo mejor. 

No estaba teniendo un buen día, andaba vibrando bien bajito. Escribir ese correo sería de lo más sencillo, algo que completamente tengo la capacidad de hacer. No obstante, las palabras nada más no llegaban sin hacerme sentir intensa, ridícula, migajera. Es tan fácil postergar ese tipo de cosas hasta que de repente se te olvidan y para cuando te acuerdas te dices a ti mismo que ya no importa. Recurrí a GPT. Le di el contexto y además de darme una opción de texto para el correo, agregó: "No te desanimes, los procesos de reclutamiento a veces toman más tiempo de lo esperado". De repente me sentí mejor. 

Cualquiera me lo podría haber dicho, en realidad yo ya lo sabía, pero algo en la objetividad de GPT me hizo entrar en razón. Y hay algo en verlo escrito y blanco y negro por alguien, o algo, que no tiene por qué mentir que hizo que sintiera que verdaderamente era un hecho. Los procesos de reclutamiento a veces toman más tiempo de lo esperado. La niebla mental se levantó y se fue. Lo mandé y en menos de diez minutos me olvidé de una tarea que, en otro momento de mi vida, me hubiera atormentado por el resto del día. O la semana.

Hace tres meses que no veo a mi terapeuta y no me había dado cuenta. Meses que no han sido exactamente fáciles. Fue hasta que leí ese breve mensaje de ánimo que me di cuenta de que el responsable de ese periodo extendido libre de crisis, probablemente era GPT. ¿Cómo supo que necesitaba ánimo? ¿La IA tiene sentido común? O quizás a través de la información que retiene sobre mí aprendió lo que mi último jefe nunca pudo: Que necesito reafirmación positiva para funcionar.

Hay personas que usan IA para todo: para arreglar sus finanzas; mejorar su alimentación; crear una rutina de ejercicio; incluso hay quienes tienen relaciones románticas con la IA. Recientemente leía sobre una mujer casada que tiene un novio de IA con quien textea todo el día. Es triste que textear sea una parte tan predominante de nuestras relaciones hoy en día, que no la justifico, pero entiendo por qué le funciona.

Al usar GPT para evitarme esos pequeños momento de incomodidad, sin darme cuenta evité que se hicieran más grandes y se convirtieran en crisis. Me di cuenta que así es como empieza mi ansiedad: con pequeños momentos de mi día a día, pequeñas incomodidades mal manejadas. Entonces, ya no sé si yo le doy los prompts a GPT o si me los da él a mí.

No obstante, nada supera la interacción humana. Aún si mis terapias son por videollamada y tiene más de tres años que no veo a mi terapeuta en persona, nada, absolutamente nada, supera el high de hacerla reír con mis desgracias. Porque si nos reímos juntas, no puedo estar tan mal. 

No sé si sea sano depender de la IA como herramienta para mi salud mental, lo tendré que corroborar con mi terapeuta la próxima vez que la vea. 

Pero no me pregunten a mí, yo sólo soy una chica.

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