Review: Las Niñas Bien



Una vez que empiezas a ver las sincronicidades en la vida, no las dejas de ver. Recientemente un amigo me preguntó si yo me consideraba una niña bien. A mis 31 años, me preguntaron si soy una niña bien. Que horror, que molesto, que vintage. Cuando el dije a este amigo que yo genuinamente no pensaba en esos términos, me dijo que él tampoco pero, que existían en la sociedad. Aunque tenía muchos años sin hacerlo, me hizo volver a pensar en eso y en su significado: Si tiene que ver con los valores, la moral, la religión, el dinero, ser conservadora, o todo lo anterior en el sentido más panista de la palabra. Mi amigo no pudo explicar a qué se refería, entonces sólo ignore la pregunta. 

Lo curioso es que esta conversación surgió justo cuando me disponía a leer Las Niñas Bien de Guadalupe Loaeza. Sincronicidades, les llaman.

Tiene mucho que no pienso en niñas bien o mal, pero sí lo hacía en mi adolescencia y siempre me molesto esta idea de absolutos aplicado hacia la "calidad" de una persona. Cuando empecé la carrera de periodismo, de las primeras lecciones que aprendí o de las pocas que aún me acuerdo, fue que si hablamos de bien o mal, siempre hay que preguntarnos: "¿Para quién?". ¿Para quién está bien o mal? Porque en realidad no existen los absolutos. Y en realidad yo nunca he querido ser una niña bien. 

El libro de Guadalupe Loeza no es para nada lo que yo esperaba. Como hay una película basada en este, me imaginaba algo más como una novela. Y no es. Creo que nunca había leído un libro como este, ya que parece que fueran ideas independientes, pero todas tienen el mismo hilo conductor. Esta redactado de una forma que parecen anécdotas. El chisme. En otros casos el relato es un monologo interior.

Estoy segura que, en algunos años, recordaré ciertos fragmentos y, gracias a las maromas de la memoria, voy a creer que alguien me los contó. 

Lo que más me gustó es que parece una cápsula del tiempo. Es como estar ahí de primera mano. Me gustó su honestidad, porque en ningún momento hace tan evidente que está criticando a las personas de las que está escribiendo, simplemente demuestra sus incongruencias e hipocresías. Y lo hace de forma muy simpática. Me pregunto que habrá pensado esa parte de la población al leer sobre sí mismos, porque hasta siento que también se reirían. 

Con este libro aprendí mucho de la crisis económica que se vivió en los años 80s. Además de mucho slang de esa época. Me hace sentido porque los papás hablan como hablan. Me río con ellos porque, de la misma forma, yo me aferro a decir #YOLO y sinceramente, creo que nunca la voy a dejar de usar. Sobre todo aprendí, algo que en realidad no me sorprendió y es que llamar a alguien "niña bien" no tiene nada que ver con valores, religión, nada, es solo clasista. 

Nunca me habían sido tan evidentes los efectos de haber vivido en la época de lo políticamente correcto como cuando leí este libro. Que incomodidad me causo cada que describían a alguien como "naco" o peor, "naquito" sin reparo alguno. Hoy en día hay cosas que ya no se dicen tan abiertamente, me gusta creer que tiene que ver con que somos más conscientes de las diferentes realidades que se viven en el mundo. Más empáticos. Pero probablemente solo hay mucha gente que no quiere ser cancelada. 

También a veces se me olvida que vivo en una burbuja, entre el algoritmo de las redes sociales y el círculo social, es fácil creer que todo el mundo piensa como nosotros. A veces se me olvida que todavía hay mucha gente pro-vida y que todavía hay mucha homofobia, así sin vergüenza por la vida.

Algo que hace Guadalupe Loaeza muy bien es demostrar las incongruencias en el discurso de las niñas bien. Sí, ellas se drogan pero poquito; están en "la onda", pero tantito; estafan, pero leve; son mexicanas, pero no tanto; las cosas están bien solo cuando ellas las hacen. Porque como bien aprendí estudiando periodismo, cuando hablamos del bien, siempre hay que preguntarnos: "¿Para quién?". Lo más triste es que esa identidad se basa en estar mirando al otro, porque no hay un bien si no hay un mal. Y sinceramente que hueva, que cansado, que poco iluminado. 

Siempre me pareció algo muy violento que a las mujeres seamos las que tenemos que cargar con ser niña bien. Estoy consciente de que como concepto también existe la gente bien y el niño bien, pero a mi parecer la versión masculina no es tan popularmente difundida como la femenina. Prueba fehaciente de esto es que Guadalupe dedica solo un capítulo corto en definir al niño bien y todo un libro a las niñas. Ni hablar de la infantilización implícita que hay en llamar así a quienes claramente ya son mujeres adultas, casadas y con hijos.

Aunque sí me dio mucha risa que, al hablar de las suegras, abuelas o bien mujeres de la tercera edad, se refiriera a ellas como "niñas bien de toda la vida". Me encanta. Me recuerda a mi maestro de español de segundo de secundaria, que insistía en no llamar a los niños simplemente estudiantes, jóvenes o por su nombre, sino "joven ilustre de corazón noble". Las niñas solo éramos "princesas". No le guardo rencor porque dejó que todo el salón hiciera el examen final a libro abierto cuando no lo dejaron exentarnos a todos.

Disfruté mucho este libro. Aunque me gusta pensar que definir así a las mujeres se debió haber quedado en los 80s, mi amigo me dejó muy en claro que no es así. A pesar de que evadí darle una respuesta, evidentemente me puse a pensar en la percepción que tengo de mí misma y en el momento de mi vida en el que dejé de ponerme en esa escala sin matices en la que eres o no eres. Sí o no. Bien o mal. 

Y es que ser "niña bien" jamás me pareció divertido, se me hacía represivo y francamente algo que no me salía del corazón. Aún así es horrible definirse como "mal". Nadie quiere estar en ese lado en realidad y no me identifico ni ahora ni cuándo era adolescente. 

La respuesta a este conflicto la encontré en el 2007, en el clásico del cine mexicano protagonizado por Martha Higareda: Niñas Mal. Me gusta mucho la película, pero no fue exactamente ahí. Fue en la canción Como Soy que Ximena Sariñana hizo para el soundtrack. Una canción tan olvidada que ni está en Spotify, pero que yo todavía escucho en YouTube. En la letra Ximena Sariñana dice: "Eres quién eres, mala si quieres". Y ahí entendí todo lo que tenía que entender. 

Pero no me pregunten a mí, yo sólo soy una chica. 

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