The ugliest time of our lives



La primera década del 2000 siempre tendrá un lugar especial en nuestros corazones. No solo por vernos crecer sino por su partícular estética.

En uno de los primeros capítulos de El Imperio de lo Efímero, Gilles Lipovetsky plantea una cuestión: que la naturaleza de la moda es ser fea, tanto así que solo puede ser tolerada por un corto periódo de tiempo. He ahí, según el autor, la explicación de que sea tan cambiante. Por mi parte siempre he creído lo contrario, que la moda implica una constate busqueda de la belleza mediante la innovación. No obstante, parecíera que Lipovetsky alude a la moda de los dosmíles.

No me engaño. Sé que no vivimos en una era de elegancia atemporal, cuyas tendencias serán admiradas por los siglos de los siglos. Estoy segura que en 10 años descubrirémos que nuestros biker shorts no erán exactamente apropiados para la oficina, aún cuando los combinaramos con un blazer retro. O que nuestros tenis desproporcinadamente grandes no eran tan versátiles como creíamos.

Pero, por más que lo intento no encuentro sentido a la estética dosmilera. Una de las claves para entenderla es nuestra obsesión con la celebrity culture. Era una época más sencilla, en la que no sabíamos que era el Coronavirus, usabamos popotes, nuestras t-shirts eran baby tees, los reality shows apenas comenzaban y el termino redes sociales no formaba parte de nuestro léxico.

Nuestro acceso a las celebridades, en comparación al que tenemos ahora, era bastante límitado. Sin embargo, nos aferrabamos a lo había. Razón por la cual un reality show de Paris Hilton y Nicole Richie viviendo en pueblos americanos duró cinco temporadas.

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Nuestra principal puerta hacía las celebridades erán los tabloides y fue una época gloriosa para el chisme de celebridades, que probablemente nunca volvamos a experimentar. Como documentales de la vida salvaje, estas publicaciones nos dejaban ver a nuestras estrellas favoritas en su hábitat natural, cuando creían que nadie las veía. Y nuestra fijación por ser como ellas alcanzó límites criminales.

El comienzo de la globalización y del fast fashion hicieron que fuera más fácil que nunca emular a las celebridades. Pero sería demasiado sencillo culparlas por todo el mal gusto de la época y dejarlo ahí. La realidad es que era horrible y nos encantaba. Como los reality shows de VH1 y MTV que eran vulgares, trashy e increíblemente divertidos.

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Los dosmíles fueron un momento en el que celebrabamos la individualidad de nuestros artistas preferidos, así como su valentía al ponerse literalmente cualquier cosa. Entre las múltiples tendencias que surgieron en ese entonces, el aparente hilo conductor es la necesidad de hacer todo más exagerado, más colorido, más todo. Lo que podría haber sido una manera de rebelarnos contra el minimalismo noventero.

Quizás es culpa de la naturaleza nostalgica de mi generación y nuestra tendencia a romantizar el pasado, pero en retrospectiva creo que fue un momento en que el estilo era un concepto más libre. En el que podíamos experimentar más despreocupadamente, sin boards de Pinterest para indicarnos paso a paso como lograr la aesthetic que queremos.

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¿Un vestido sobre bootcut jeans? CLARO. ¿Tank tops para eventos formales? Sólo si es bedazzled. ¿Un gorrito tipo newsboy para complementar ese outfit casual? Obviamente. No teníamos límites y como Ícaro volamos demasiado cerca del sol.

Pero a mí no me pregunten, yo sólo soy una chica.

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