(Don't) Steal my sunshine



Proteger diseños de ser plagiados por otros creadores nunca ha sido sencillo, aún menos cuando son de la autoría de comunidades vulnerables.
 
Hay muchos terminos que hoy en día se han hecho muy comunes en la cultura popular. Uno de estos es la apropiación cultural. Aunque muchos estamos conscientes de su significado en un nivel abstracto, nos sentimos ajenos a esta problemática porque pocas veces los trasladamos a casos cercanos a nosotros. Pero que no lo hagamos, no significa que esto no suceda.

En varias ocasiones, gracias a las redes sociales, he visto a personas cuestionar la lógica detrás de exponer la apropiación cultural. “¿Cuál es el problema con qué me haga trencitas? ¡Relajense!”, por ejemplo.

A grandes razgos este termino se refiere a cuando una cultura dominante se apropia de algún elemento tradicional de otra cultura, sacándolo de su contexto y sin dar el crédito necesario. No es un intercambio cultural. Ocurre cuando hay un desequilibrio en la relación de poder. Como si, por ejemplo, una enorme marca internacional reprodujera los diseños tradicionales de una comunidad marginada, sin darles crédito, lucrar enormemente con él y tampoco darles la retribución económica correspondiente.

Las primeras veces que vi algo relacionado a este tema se enfocaba mucho en los tocados de plumas de los nativos americanos. Las críticas explicaban como era una falta de respeto que, quienes eran directamente responsables de su opresión usaran tocados como un disfraz para ir a Coachella.

Desde ahí la conversación ha evolucionado para hacernos ver como, inadvertidamente, podemos estar faltando al respeto a diferentes culturas. Y, de esta forma, contribuir a la normalización del racismo al invisibilizar las tradiciones y el contexto histórico en el que surgen múltiples elementos.

Hay problemáticas que, al no suceder exactamente como en el ambito internacional, creemos que en México no pasan. La diferencia es que aquí la apropiación no la realizan las Kardashian. Y, aquí, no se hace a creadores indie con backgrounds que no son blancos. Sino a grupos indígenas que se han esforzado por mantener vivas sus tradiciones mediante textiles y bordados.

Los siguientes ejemplos no muestran las únicas veces en las que esto ha ocurrido, sino algunas de las más prominentes.


Carolina Herrera
La más reciente sucedió con la colección Cruise 2020 de Carolina Herrera, bajo la dirección creativa de Wes Gordon. Esta contaba con bordados del municipio de Tenango de Doria en Hidalgo; bordados florales similares a los del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca; y vestidos inspirados en los sarapes de Saltillo, Coahuila. Nada de esto fue correctamente acreditado por Gordon.  Afirmó que su inspiración fue “a sunrise in Tulum, the light of Lima, a walk through the city of Mexico (…) or the colors of Cartagena”.


Isabel Marant
El caso de Isabel Marant y Antik Batik en 2015 es de lo más deplorable. Ambas marcas, las dos francesas, se disputaron la autoría del diseño Mixe de más de 600 años de tradición. Después de que saliera a la luz la blusa de Marant, Antik Batik la demandó por plagio. En algún punto de la disputa se habló de que alguna de las dos marcas estaba intentando registrarlo como propiedad, lo cual hubiera significado que las mujeres de Santa María Tlahuioltepec tendrían que pagar regalías por seguir produciendo sus diseños. Eventualmente Marant aceptó que el diseño no era propio y dio crédito a las artesanas.


Mara Hoffman
En 2012 la colección primavera/verano de la originaria de Nueva York, aparecieron los coloridos bordados de Tenango de Doria en diferentes prendas. Así como el estampado de los sarapes de Saltillo, Coahuila en crop tops y shorts. Abundaron también los “prints aztecas” en colores neón. Los peinados de las modelos estuvieron inspirados en Frida Kahlo y ¿por qué no? El desfile incluyó una presentación de mariachis para amenizar el evento.

Pero a mí no me pregunten, yo sólo soy una chica.

Comentarios

Entradas populares